"The Poor Old Lady" (Spanish: "La pobre viejecita") is a fairy tale, best known in Latin America. It was first published in the book Moral Tales for Formal Children in 1854 by the Colombian poet Rafael Pombo. Due to the importance and impact of this play in Latin American children's literature of the nineteenth century, "The Poor Old Lady" became one of the most memorable characters in the Colombian and Latin American childhood. This paradoxical but amusing story is still reprinted in compilations of children stories and nursery rhymes.
"The Poor Old Lady" tells the story of a rich old lady who has everything (clothes, goods, food.). However, in each verse of the story she is described as someone who complains about having nothing. At the end, the poor old lady dies from all the alleged complications which she had. In an ironic way the story ends with a particular phrase: “God grant that we can enjoy the poverty of that poor lady and die from the same ill.”
The story revolves around a unique character, the poor old lady, which is based on a commonly known social stereotype.
Like all tales and rhymes of Rafael Pombo, "The Poor Old Lady" teaches children about everyday aspects of human beings and society. Women and their insatiable desire to clean and have useless shoes and dresses, and in a deeper layer this story deals with a main aspect: the human greed and exposes that material things are not the most important stuff in life.
Érase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tortas, huevos, pan y pez
Bebía caldo, chocolate,
Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba
Qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía
Ni un ranchito en que vivir
Fuera de una casa grande
Con su huerta y su jardín
Nadie, nadie la cuidaba
Sino Andrés y Juan Gil
Y ocho criados y dos pajes
De librea y corbatín
Nunca tuvo en qué sentarse
Sino sillas y sofás
Con banquitos y cojines
Y resorte al espaldar
Ni otra cama que una grande
Más dorada que un altar,
Con colchón de blanda pluma,
Mucha seda y mucho olán.
Y esta pobre viejecita
Cada año, hasta su fin,
Tuvo un año más de vieja
Y uno menos que vivir
Y al mirarse en el espejo
La espantaba siempre allí
Otra vieja de antiparras,
Papalina y peluquín.
Y esta pobre viejecita
No tenía que vestir
Sino trajes de mil cortes
Y de telas mil y mil.
Y a no ser por sus zapatos,
Chanclas, botas y escarpín,
Descalcita por el suelo
Anduviera la infeliz
Apetito nunca tuvo
Acabando de comer,
Ni gozó salud completa
Cuando no se hallaba bien
Se murió del mal de arrugas,
Ya encorvada como un tres,
Y jamás volvió a quejarse
Ni de hambre ni de sed.
Y esta pobre viejecita
Al morir no dejó más
Que onzas, joyas, tierras, casas,
Ocho gatos y un turpial
Duerma en paz, y Dios permita
Que logremos disfrutar
Las pobrezas de esa pobre
Y morir del mismo mal